UNA RECETA PERFECTA





Soñadas vacaciones salpicadas por el horror (Parte I ) 


Las vacaciones de verano son añoradas por todos los estudiantes, por los aplicados y por los que no lo son. Mi hermana Sandra y yo éramos alumnas muy aplicadas. Ella acababa de pasar a segundo de primaria y yo estaba en exámenes finales de sexto grado. Ambas teníamos pocos años.

 Nuestras vacaciones siempre se regían por una cuidadosa planificación de actividades que no daban paso al aburrimiento, hacíamos una receta donde todos los ingredientes tenían que ser de primera calidad. Esas vacaciones de 1971 contaban con dos ingredientes interesantes.  Teníamos una nueva hermanita con 6 meses de edad, con la cual habíamos planeado pasearla en su coche calle arriba, calle abajo a la mayor velocidad posible.

El otro ingrediente era exótico; después de una larga ausencia volvía al país nuestra prima Miladys que, como era mayor que nosotros nos parecía una especie de princesa a la cual queríamos parecernos cuando fuéramos grandes.

Llegó el miércoles 7 de julio último día de mis exámenes. Ese día llegaba la prima y nos esperaban dos largos meses para jugar a hacer diferentes personajes de cuentos, telenovelas, radionovelas y de todas las series de detectives que veíamos. Cuando amaneció, antes de salir para el colegio recibimos una llamada que tomó mi papá, la cual nos cambiaría toda la receta de las esperadas vacaciones.

Habían encontrado asesinada a una pareja de pastores bautistas amigos de mis padres y que vivían a pocas cuadras de nuestra casa. Cuando llegué al colegio los comentarios sobre este sangriento hecho corrían entre los pocos alumnos que quedamos allí, los de sexto y octavo, porque los otros cursos ya se habían examinado.

Uno de mis compañeros de curso  llegó con los ojos enrojecidos había llorado muchísimo pues en su casa se habían quedado a dormir los hijos de Paul y Nancy Potter, los pastores asesinados. Más tarde cuando terminó el examen de la mañana, pudimos ver aquellos niños, una hembra y un varón que había sido llevados al colegio donde estudiamos porque era un terreno muy grande donde además de las aulas estaban las viviendas de varios misioneros evangélicos que trabajaban para la iglesia a la cual pertenecía ese centro de estudios.

En la tarde volví al último examen y aunque me sentía angustiada por aquella noticia, todavía no había despertado al horror del acontecimiento. Esa noche llegó nuestra prima, en medio de alegría,  abrazos y besos mi papá la había venido a buscar al aeropuerto de Punta Caucedo en la ciudad capital Santo Domingo.

Hubo mucha conversación teníamos que ponernos al día, sin embargo antes de ir a dormir, notamos cierta preocupación en nuestros padres pues aunque no decía mucho, comentaban la tragedia y, nos dijeron que estuviéramos alerta ante cualquier ruido extraños que oyéramos mientras dormíamos. No nos hablaron de nada específico, no obstante sentíamos que de repente todo había cambiado. Y nos dimos cuenta de que estábamos en peligro.



Arlene Severino

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